Nacional · 07 de septiembre de 2025 – 6:30 p.m.
En el corazón del Caquetá, una región marcada por la violencia durante más de cinco décadas, hoy brota una nueva esperanza. La Agencia Nacional de Tierras (ANT) entregó oficialmente 235 hectáreas a 41 familias firmantes del Acuerdo de Paz, quienes desde 2017 le apostaron a dejar las armas para construir un futuro en la legalidad.
Estas tierras, ubicadas en el municipio de El Doncello, representan más que un espacio físico: son la oportunidad de consolidar proyectos productivos agrícolas, garantizar la seguridad alimentaria y fortalecer la reincorporación social y económica de quienes un día estuvieron en la guerra.
De territorio de guerra a tierra de reconciliación
Durante los años 80, 90 y principios del 2000, Caquetá fue uno de los principales escenarios del conflicto armado. Municipios como San Vicente del Caguán, La Montañita, Cartagena del Chairá y El Doncello fueron corredores estratégicos de las FARC-EP, que instalaron campamentos y ejercieron control territorial. La región sufrió tomas guerrilleras, desplazamientos masivos y una profunda crisis humanitaria.
Uno de los hitos más recordados fue el fallido proceso de paz del Caguán (1998-2002) entre el gobierno de Andrés Pastrana y las FARC, que dejó frustración y recrudecimiento de la violencia. Sin embargo, con la firma del Acuerdo de Paz en 2016, se abrió un camino hacia la reconciliación, el desarrollo y la reparación de las comunidades.
El reto de la reincorporación
Tras la firma del acuerdo, se crearon los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR), como el de Miravalle en San Vicente del Caguán. Allí, excombatientes iniciaron procesos de capacitación, educación y proyectos productivos. Aunque los desafíos han sido grandes —incluyendo falta de seguridad en algunas zonas, estigmatización y limitaciones económicas—, muchos han logrado emprender negocios agrícolas, turísticos y de transformación de alimentos.
Con esta nueva entrega de tierras, las familias de El Doncello podrán sembrar cacao, café, plátano, yuca y hortalizas, generando empleo y aportando a la economía local. Además, la ANT aseguró que brindará acompañamiento técnico para garantizar que los proyectos sean sostenibles.
Una apuesta por la no repetición
El objetivo de esta política de tierras es evitar que la violencia vuelva a apoderarse de territorios históricamente golpeados. Hoy, quienes antes fueron combatientes, tienen en sus manos la posibilidad de convertirse en productores campesinos, líderes comunitarios y constructores de paz.
Como lo expresó un representante de la ANT: “Estas familias empiezan a echar raíces en su propia tierra, sembrando esperanza y aportando a la no repetición. Lo que antes fue símbolo de guerra, hoy se transforma en símbolo de reconciliación”.