Por Actualidad Criolla13 de septiembre de 2025
Entre el peligro y la promesa de estatus
En Casanare y otras regiones de Colombia, un fenómeno silencioso crece año tras año: hombres y mujeres viajan a Bolivia para trabajar en cocinas y laboratorios de cocaína, seducidos por promesas de ganancias entre 20 y 40 millones de pesos en pocos meses.
Redes criminales, lideradas por antiguos narcotraficantes colombianos asentados en territorio boliviano, reclutan a estas personas para procesar hoja de coca, transportar insumos químicos, servir de “mulas”, lavar dinero o mover divisas. Al llegar, los reclutadores les quitan celulares y documentos, aislándolos durante cuatro o más meses mientras trabajan en condiciones que ponen en riesgo su vida y su libertad.
Dinero rápido, lujos fugaces
Aunque algunos regresan con importantes sumas, el final suele estar lejos de la estabilidad. La falta de educación financiera y la presión social por aparentar éxito los lleva a gastar el dinero en fiestas, borracheras, vehículos de alta y media gama, ropa de lujo… y, cada vez más, en cirugías plásticas y tratamientos estéticos. Mujeres y hombres invierten en liposucciones, implantes y otros procedimientos que alimentan el espejismo de estatus.
Cuando el dinero se agota, muchos terminan sin nada y vuelven al negocio, atrapados en un ciclo que combina riesgo, vanidad y dependencia del dinero fácil.
Mujeres en el engranaje del crimen
Lejos de ser un fenómeno exclusivo de hombres, cada vez más mujeres son reclutadas para tareas en laboratorios, transporte de insumos o lavado de dinero. Algunas también caen en la trampa del lujo: usan las ganancias para financiar cirugías o estilos de vida costosos, quedando igualmente expuestas a redes que no dudan en explotarlas o poner su vida en peligro.
Entre la pobreza y el espejismo
Este patrón revela dos factores que alimentan el problema: la falta de oportunidades laborales en zonas rurales y la presión cultural por aparentar prosperidad. Las redes criminales aprovechan esa mezcla de necesidad y deseo de reconocimiento social para mantener vivo un negocio que pone en jaque a comunidades enteras.
Una respuesta que no admite demoras
Especialistas en seguridad y desarrollo social coinciden en que la solución pasa por fortalecer la educación, la generación de empleo y el acompañamiento comunitario, así como por intensificar la cooperación entre Colombia y Bolivia para desmantelar estas redes.
“Mientras el lujo rápido y la apariencia sigan pesando más que la estabilidad, este ciclo seguirá atrapando vidas”, concluye un investigador consultado por Actualidad Criolla.